¿Qué hay dentro de una palabra? (2)


La copa y la taza

Licenciada en Filología accidental como soy, nunca he alcanzado la categoría profesional —ni sentimental— de filóloga, pero en algún momento, muy anterior al de marcar en la casilla del formulario la opción preferida de estudios universitarios me inocularon el gen, y el con él el vicio, de las palabras y lo que tienen dentro. Por eso traduzco. Por eso escribo. Por eso os cuento estas cosas de vez en cuando. Allá donde voy me encanta fijarme en la manera que tiene la gente de llamar a las cosas. Recientemente, en Buenos Aires, me sorprendió la clasificación del café por tamaños por dos motivos: el primero, lo encantador de las palabras (pocillo, jarrito y taza) y el segundo, por el tamaño, casi nunca objetivo (¿o sí?) de cada uno de ellos. El pocillo es poco más que el espresso italiano, la mínima expresión. Lo que mi madre llamaba “un dedal”. El segundo es la alternativa monísima a nuestro horrendo formato “en vaso” (¡Hágame el favor! ¡El vaso no es para el café!) herencia del oficinato español de los setenta. La taza es la de capuccino generoso, la de sentarse en un sillón de cuero una tarde lluviosa con un buen libro, y no moverse de ahí si la vejiga aguanta… Y una cosa llevó a la otra. Suele ocurrir, cuando se habla de etimologías. En Argentina, donde ponen esos nombres a los tamaños de café, a la copa de los sostenes la llaman taza. Saquen ustedes sus propias conclusiones. Yo les cuento aquí mis asociaciones de ideas, diccionario en mano.

IMG_2202.jpgSe cuenta que la primera copa de la historia diseñada únicamente para beber champán fue un encargo de María Antonieta: la copa Pompadour, elaborada a finales del siglo XVIII en porcelana y tomando como modelo su pecho izquierdo. Las habladurías populares se encargaron rápidamente de atribuir el molde al seno de la amante de su esposo el rey Luis XVI, Madame de Pompadour, cuyo nombre acabó tomando el artefacto. La realidad, como suele ocurrir, parece ser más prosaica y atribuye su surgimiento a un encargo que hizo el Duque de Buckingham en 1663 a un artesano de Venecia. El objeto se llamó Tazza, y no se popularizó hasta finales del siglo XIX. Dicen los expertos que al ser muy abierta permite beber con mayor rapidez, mientras sus bordes ligeramente combados hacia adentro impiden que el líquido que porta se derrame.

Su elegancia, y esa capacidad para sostener mejor el champán, la convirtieron en la reina de la fiesta durante gran parte del siglo XX, y aunque en los últimos años se ha visto poco a poco relegada en favor de la flauta, sigue siendo muy popular entre británicos y rusos: tengan en cuenta el dato, británicos y rusos. Ni franceses, ni italianos.

Indago en vajilleros y trusseaus. El país que inventó (supuestamente) la copa Pompadour de champán llama bonnet a la copa del sostén. Claro que también llama así a la tapa del motor del coche, que nosotros designamos precisamente con una palabra de origen francés: capó, abrigo (“tapado”, por cierto, para los argentinos). Bonnet también significa gorro, gorra y campana. Ahí no entro. En inglés (los que siguen brindando en copa Pompadour) cup significa “copa” y “taza” para beber, y también copa de sujetador. Los ingleses, siempre conciliando. Los franceses, que dejaron la Pompadour para pasarse a la flauta, llaman a la copa de beber champán coupe o flûte. También verre à pied (ellos en su línea…). Los italianos llaman coppa a la del sujetador, tazza a la taza de café y bicchiere a la copa de vino o champán. Podría seguir, de tener una formación etimológica sólida, pero sólo tengo curiosidad y ganas de aprender, así que lo voy a dejar aquí porque no me manejo en otras lenguas. Incluso en lo dicho hasta el momento podría venir alguien y enmendarme la plana… Yo digo en mi descargo que podré errar, pero no miento. Tampoco cuando hablo de esa cinta de Moebius de la traducción que tanto me gusta y que forman dos tríos de palabras en inglés, francés y castellano: French coat llaman (llamaban, mejor dicho, antes de Urban Dictionary) los ingleses al preservativo. Los franceses, sus eternos enemigos, lo llaman capot anglais. Nuestro “despedirse a la francesa” es en francés filer l’anglais, “largarse a la inglesa” (bueno, “a lo inglés”, más bien, no vamos a abrir el melón del género y el lenguaje sexuado), y en inglés take the French leave, que viene a ser “tomar las de Villadiego francesas” (traduzco así por conservar el verbo original).

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Y con esto les dejo lectura para que acompañen su hora del té o la del café (la del mate no, que se sirve en otro cacharro…) para que tomen su taza de lo que les guste (“my cup of tea” significa en inglés algo que me gusta, que es afín a mí) o, si se les pasa la hora, se lancen a la copa de cava (que en inglés dirían “glass of champagne” y no “cup”) o de champán francés, y beban lo que más les apetezca en cualquier tamaño y forma.

 

Acerca de Amelia Pérez de Villar

Traductora por el Institute of Linguists of London, he publicado las traducciones La nave de Ishtar, de Abraham Merritt (Valdemar 1991), Sound Bites, de Alex Kapranos (451 Editores, 2007), La estrategia del colibrí, de Francesco Morace (Ed. Experimenta, 2008) Ensayistas y Profetas, de Harold Bloom (2010) Escribir ficción (2011) y Criticar ficción (2012) de Edith Wharton, y Novelistas de Henry James en 2012 (Páginas de Espuma). Debuto en septiembre de 2011 como autora de la edición (traducción, prólogo y notas) de las Crónicas literarias y Autorretrato de Gabriele d'Annunzio (Fórcola Ediciones). Como autora, he publicado relatos en diferentes antologías y revistas, algunos de ellos finalistas de concursos, como "Manuela" (Los nuestros son todos, Fundación Civilia, 2005), "Escena con fumador en blanco y negro" (Canal Literatura, 2007, ganador del Tercer Premio) o "Si yo tuviera el corazón", publicado en el último número de la revista Renacimiento. En febrero de 2012 he publicado el ensayo biográfico Dickens enamorado (Fórcola). En mayo de 2016 apareció mi primera novela, El pulso de la desmesura y ahora, mayor de 2018, se publica la segunda, Mi vida sin microondas, ambas en Fórcola Ficciones. He sido también redactora en prensa escrita y colaboradora en la publicación digital Notodo.com. Más información en mi página web: www.ameliaperezdevillar.com
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2 respuestas a ¿Qué hay dentro de una palabra? (2)

  1. ¡Me ha encantado esta entrada de curiosidades lingüísticas! Siempre me ha intrigado el significado oculto tras eso de «despedirse a la francesa». ¿Alguna idea?

    • ¡Jajaja! Alguna idea… preguntas. Alguna guerra, te respondo. No lo sé, pero si tuviera que apostar lo haría por alguna de las guerras que libraron. Por desgracia, la guerra es una fuente de novedades y curiosidades. Un beso y mil gracias, Carolina 😉

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